La parlamentaria 'pepera' Montserrat Nebrera, con sus recientes declaraciones sobre la ministra de fomento, ha vuelto a poner de manifiesto lo que muchos piensan realmente sobre los andaluces, pero que no se atreven a confesar en público por ser poco 'políticamente correcto'. O sí.
Nebrera, que dice sentirse 50% andaluza ya que sus abuelos son baezanos (¿¿???), no puede negar lo evidente: que se mofó de la ministra por su forma de hablar. El acento cordobés no es que le sea incomprensible, es que le parece de segunda división. Pero lo suyo no es un caso anecdótico ni mucho menos. Ni intrascendente como pudiera dar a pensar la petición de que abandone el PP planteada por los populares andaluces en base a que 'esta señora no representa a nadie, ni en el PP, ni en Cataluña ni en ninguna parte'.
Por cierto, una petición que materializaba Antonio Sanz, segundón del 'campeonísimo' Arenas que en esta ocasión ha preferido no hacer gala de su legendario arrojo para tomar partido, -no en vano ha perfeccionado esta técnica para siempre sobrevivir a todos los cataclismos de su partido-. Arenas a quién por cierto aún se le espera para explicar con pelos y señales el pacto de gobierno PP-IU en estos lares.
No es una cuestión superflua ni puntual. Los andaluces y nuestros primos hermanos los extremeños venimos sufriendo este menosprecio de la derecha y no solo la derecha: Vidal-Quadras llamando cretino y subnormal profundo a Blas Infante, Ana Mato diciendo que los niños andaluces son 'prácticamente analfabetos', Doña 'Espe' pidiendo acabar con 'los caciques socialistas', las palabras del actual alcalde de Burgos y ex-ministro de Aznar, Juan Carlos Aparicio tildando a los andaluces de indolentes, todo un catálogo...
Pero no solo de la derecha decíamos. Pasquall Maragall molesto por el crecimiento de las regiones pobres 'a costa' de gastar el dinero de las 'ricas', el numero uno de ICV Lluis Suñé, con su felicísima campaña para adoptar a un niño extremeño, Pedro Morón, granadino y presidente de Els Altres Andalusos, sobre los despilfarros de los extremeños...
Andaluces y extremeños que, en el imaginario de nuestros 'amables vecinos', la Sra. Nebrera y sus conmilitones y paisanos, somos eso: vagos, incultos, mantenidos, subsidiados, vendemos nuestro voto por un puñado de PER, viviendo sobre nuestras posibilidades a costa de otras regiones 'mucho mas laboriosas'... ya se ve, lo de 'la' Nebrera -dicho así en riguroso catalán con la boca llena de fideos- no es un caso puntual.
O si no recordemos al Dr. Milikito en su Médico de Familia, exitosísima serie televisiva en donde el papel de chacha fregona estaba reservado para ¿lo adivinan?... ¡una andaluza!. Pongan ustedes atención a la televisión y encontrarán reproducido este arquetipo andaluz hasta la saciedad.
Al parecer nuestros albañiles ponen menos ladrillos, nuestros médicos entran a operar dos horas más tarde, nuestros maestros no saben nada que enseñar a nuestros hijos,o nuestros camioneros conducen menos horas, o... nuestros aceituneros no pasan frío ni vuelven molidos a casa: según estos amables vecinos han estado en el campo de 'cuchufleta'.
Pero esta derechona nuestra, esta derechona andaluza que jamás creyó en su tierra y que invirtió todos los rendimientos de su patrimonio latifundista, de dudoso origen en muchos casos, en acciones del Banco Central, siempre ha sentido cierta vergüenza de lo 'andaluz'. Seguro que hubieran sido más felices como ricos en otra parte.
Toda esta presión acabó (y acaba) por hacer del andaluz un acomplejado de su propia identidad. Y como símbolo, nuestro acento, nuestra habla que nos hace únicos en todo el mundo y que muchos han escondido (y esconden) porque parece simbolizar todos esos defectos que recoge el tópico que nuestros 'amables compatriotas' nos ha endosado. Tanto es así que fué Iñaki Gabilondo el que, en su etapa en Radio Sevilla, acuñó la famosa frase de la campaña 'Siéntase orgulloso de ser andaluz'.
Mis paisanos recordaréis que, entre las pocas rentas que nuestros vecinos podían traer de la emigración -emigración para huir del hambre- estaba el hablar con unas 'eses' de un perfecto acento vallisoletano colocadas al final de plurales imposibles como 'nene ve al frigorificos y me traes un agua'. Eso y vaciar las orzas repletas de ricas viandas de la matanza.
Así, volvía de la emigración a su pueblo la moza con sus padres y tras muchos años de haber 'ido a la aceituna' preguntaba a su padre... ¿padre, que son esas bolitas negras que cuelgan de los árboles?
VA A CAMBIARSE EL CARACHITO
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