Recuerdo las nocheviejas y nochebuenas que trabajaba por cuatro pesetas, hasta las 9 de la noche, con el tiempo justo de subir a mi piso y hacerme el nudo de la corbata para salir pitando, subir a Úbeda y cenar con mi familia. Ellos son esa otra emigración de la que no se habla y que parece razonable, pero que ha conseguido que apenas vea a mis hermanos, lejos siempre y atareados, y suframos por ello, sin decírnoslo, mis padres, ellos y yo.
Ley de vida se dice. Mis hermanos, currantes, generosos con lo que aportan a la comunidad, y al final parece que eso no es meritorio, no es objeto de alabanza. Al parecer, el mérito pasa más por hacerse la víctima y victimizar, por parasitar a la generosa ubre pública y que... ¡ahí me las den todas!.
No quiero hacer más cuentas sobre esto último. Harto estoy de ideólogos y de teóricos de la revolución que nunca llegó y que sin embargo llenó alguna barriga.
Recordaba esas dos ocasiones al año que jamás cobré aparte de mi sueldo, -como para pedirle algo así a alguno de estos pobres solemnes- por un par de frases, un 'indicativo' de Iñaki Gabilondo, que escuchaba en la radio al subir conduciendo mi coche: 'Si está usted sólo esta noche porque así lo desea, enhorabuena. Si no, sepa que la SER le acompaña'.
Siempre me sentí muy cerca de los primeros. Soy propenso a la soledad elegida, y creo que a estas alturas sólo me soporta mi mujer. No se cómo agradecérselo. Visto lo visto, sólo encuentro sosiego en mi casa, en nuestra casa. Cerramos la puerta y vivimos nuestra modesta vida entre las flores de nuestro patio, la integridad de nuestros sentimientos y la paz de nuestras intenciones.
Estoy pues, exquisitamente solo. A dios gracias. Y con todos mis respetos hacia vosotros, no necesito nada más.
VA A CAMBIARSE EL CARACHITO
Hace 10 años
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